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sábado, 19 de mayo de 2007

ME DECLARO NO HUMANO

Fernando Luis Pérez Poza
Pontevedra
España

Me declaro no humano,
que no es lo mismo que inhumano.

No quiero pertenecer a esta especie que utiliza pizarras de luto
para enseñar en la escuela lo que es la muerte,
la matemática absurda del dolor a base de contar cadáveres,
la geometría entupida de la línea recta que traza una bala
para encontrar el cuerpo inocente de un alumno.

Me declaro no humano,
o lo que es lo mismo,
animal
que siente y que sueña,
que ama y que sufre,
que escribe y que piensa
pero no asesina en masa a cientos
o miles de sus semejantes.

Me declaro no humano porque estoy harto
de presidentes y terroristas locos
que sólo piensan en ellos mismos
y atan ruedas de molino al cuello del ciudadano
o convierten los pupitres en mudos ataúdes de silencio.

Y ahora que no soy hombre,
desde la tristeza rotunda de la náusea,
desde el horror sincero de la angustia,
desde el dolor de un niño que no vive
intento remontar el río amargo
donde cada día
se ahoga la conciencia.







"LOS DESTERRADOS DE RAIZ"

"Ya no vive nadie en ella,
y a la orilla del camino silenciosa está la casa,
se diría que sus puertas se cerraron para siempre,
se cerraron para siempre sus ventanas...."
"Todo ha muerto,
La alegria y el bullicio...
Los que fueron la alegría y el calor de aquella casa, 
Se marcharon unos muertos y otros vivos que tenian muerta el alma...
se marcharon para siempre de la casa..."
"Gime el viento en los aleros,desmoronanse las tapias...."

Así dice esa cancion "Las Acacias"...


Vienen con sus pies cansados, con su mirada triste, con su piel agrietada de sol y de lluvia.

Dejan atrás su pueblo, su campo, su espacio vital. Lo han perdido todo... su casa, su campo, sus sueños incluso... Hombres oscuros llegaron y asesinaron personas, y asesinaron hasta la esperanza que a veces es tan grave como el crimen de las personas...

Se enfrentarán a la indiferencia de la gente, a la mirada inquisidora de aquellos que observan con desprecio desde sus resguardadas ventanillas de los automoviles, el dolor absoluto de familias enteras que tratan de sobrevivir al lado de los semaforos... Se enfrentarán a un espacio reducido de tierra de invasión, al hacinamiento inhumano, a los ranchos de paja y de carton. 

Se enfrentarán a una violencia tan cruel como la que los desterró de sus origenes, y ésta cual pesadilla inacabable, los seguirá de día y de noche....

!Cuantos niños han perdido su felicidad! Cuantos Niños y niñas dejaran de sonreir y cuanta tristeza hay en la mirada de viudas que ni siquiera tiempo tuvieron de enterrar a sus muertos...

Ellos y Ellas, con su mirada opacada por las sombras de una violencia irracional, sueñan con un retorno donde sea posible encontrar campos abiertos, llenos de verde, de aroma de flores, y de frutas... pero saben igualmente que no será igual.

Que cada esquina les recordará los cuerpos caidos de tantos inocentes, que cada casa azotada por el viento, les recordará cómo tuvieron que huir acompañados de la noche, en el silencio, aguantando el frío y la lluvia para no perecer ante la violencia de los violentos, que utilizan su tierra y su espacio para intentar ganar una guerra que es protagonizada por perdedores y derrotados... nadie en una guerra es vencedor.

Ellos, que a cada paso que dan se alejan de sus terruños, como queriendo olvidar todo ese dolor que se acumula, como queriendo olvidar las masacres que han presenciado, como queriendo olvidar el horror y la guerra, van igualmente a un espacio que los tratará con igual indiferencia, con igual e inusitada violencia, con desprecio...

Ellas que enterraron a sus muertos, aprenderán en los barrios de invasión que su dolor es el dolor de cientos, de miles de personas mas, pero aún así es único.

Los "Desterrados de Raíz", los "Desplazados", aquellos que por techo "tienen el amplio cielo, por lecho el duro suelo y por almohada sus tristes pensamientos" son protagonistas permanentes de una historia inconclusa. Una historia que no tiene un final feliz. Una historia de desamparos y dolores, de angustias y de muerte...

Pero aun así, pese a que de tando dolor y de tanta violencia, y de tantas balas incluso han querido asesinar a la Esperanza, se aferran a ella como el único camino posible para pensar en recuperar, ojalá un día no muy lejano, su espacio, su tierra, sus sueños... Para sentir que algún día se sabrá la Verdad, habra Justicia y su sufrimieto será reparado...

Ellos y Ellas, que todos los días deambulan sin rumbo fijo, guardan la Esperanza y luchan porque sea así, que algún dia, ojalá no muy lejano, sea posible el respeto de sus Derechos Humanos, el respeto mínimo de su Dignidad, esa que se escribe con mayusculas y que nadie, nadie, tiene derecho a pisotear.

Ellos y Ellas, caminantes de la Vida, Compañeros de Camino de los vientos y la lluvia, de la tristeza y la nostalgia, esa que les reivindica la posibilidad de encontrarse aunque sea con un solo amigo en una ciudad lejana, son los grandes olvidados de un conflicto que ha abandonado hace ya mucho tiempo, la posibilidad de ubicarse en el lugar del otro, para entender cuanto se sufre y cuanto duele alejarse de los espacios vitales donde uno tiene su pasado, construye sus
presente y genera utopias realizables para un futuro...

Ellas y ellos, acompañadas de las niñas y los niños, caminan en espacios donde la sociedad los rechaza, dinamizan y conquistan un nuevo entorno donde la palabra Solidaridad recupera toda su dimensión, pero saben que en sus tierras, en sus pueblos, en sus caserios, los actores de la guerra, han dejado dolor y muerte, y han mancillado sus casas, y han
acabado con la vida y lo han arrasado todo...

Esos compañeros de caminos, cuyo punto común es el dolor de ser desplazado, vienen de todas partes: del Naya en el Cauca, de Bahía Portete en la Guajira, de San Vicente de Caguán, de tantos lugares y de tan disimiles sitios... y cada uno tiene una historia de dolor y de angustia, de muerte y de sufrimiento, de miedo y de terror...

Pero Ellas y Ellos, son igualmente un ejemplo de Esperanza, de Magia, de Sueños, de  Solidaridad...

Que esa indiferencia que nos volvió insensibles, que esa costumbre al dolor y la violencia que nos enseñó a aceptarlos como "se acepta el frío en invierno", se transforme en un canto de Solidaridad, de sensibilidad, y de exigencia por los Derechos Humanos de una parte de nuestra población que de tanto recorrer los caminos, ya no saben siquiera de donde son, que de tanto huir de la violencia, miran siempre hacia atrás temerosos de que una bala asesina acabe con sus
pedazos de vida...

Que ojalá se reivindique el nombre de las Niñas y los Niños, de los Hombres y las Mujeres de los "Desterrados de Raíz" que el único crimen que han cometido, es intentar ser felices en sus entornos vitales, pero éstos se conviertieron igualmente importantes para los Señores de la Guerra...

Que nuestro abrazo solidario y nuestra exigencia a sus Derechos Humanos, sea ciertamente, un canto permanente a su Esperanza y a la posibilidad de reivindicar en cada hombre y mujer de este país, su condición magica de seres alados.

jueves, 17 de mayo de 2007

LA ULTIMA LAGRIMA

Eran los comienzos de los años ochenta. Popayán, era una hermosa “ciudad – pueblo”, donde todos nos conocíamos, y se moría la gente de muerte natural. Su centro histórico, plagado de monumentales iglesias, simbolizaba la religiosidad de cada habitante. 

“La Cuarta” es una recta calle que parte desde el Barrio La Pamba, y finaliza en el Cementerio Central, atravesando veinticuatro cuadras. Por su paso se encuentran las iglesias de Santo Domingo, La Capilla del Carmen y San Francisco. La “Funeraria Hurtado” era la más importante de aquel entonces. Su viejo carro mortuorio, modelo 1930, absolutamente negro y que se prendía con “manivela” era el símbolo de respeto donde el sarcófago era llevado lentamente por la Calle Cuarta, hasta la morada definitiva: el Cementerio Central – única necrópolis en aquel entonces. Los dolientes y amigos, caminábamos a paso lento detrás, del viejo carro. En las casas de La Cuarta, la gente salía a las puertas para ver el desfile funerario y acompañar a su manera -con la mirada, y persignándose - al muerto que todos conocían. Y al llegar a la Carrera 17, faltando escasas siete cuadras para llegar al Cementerio, ocurría algo maravilloso: La Calle Cuarta cambiaba de nombre, y se transformaba en la “Calle de la Ultima Lágrima”. En aquel cruce existían un viejo bar que llamaba poderosamente la atención: “La Ultima Lagrima” que con doloroso –pero magnífico - humor negro, su dueño había bautizado así. 

Dicen los que tienen memoria de elefante, que algunos de los amigos del fallecido, se desviaban hacia el bar “La Ultima Lágrima” antes de llegar al Cementerio, a ahogar con aguardiente y con música de Julio Jaramillo, el dolor de la partida del compañero, y que finalmente se unían a ellos – ya enterrado el muerto - los parientes cercanos... La música aumentaba el dolor, ahogaba las penas, y de cuando en vez, también hacia reír recordando con nostalgia las historias y anécdotas del que “descansó en la paz del Señor”... 

Hoy todo es diferente: el viejo carro de la Funeraria Hurtado desapareció. La Funeraria Hurtado, ya no existe, hay múltiples cementerios en la ciudad, que incluso determinan el estrato del muerto, y dan fe que hasta la muerte es un negocio. Las casas de la calle cuarta, desaparecieron y en su sitio hay ferreterías. Ya no hay vecinas santiguándose ni personas caminando detrás de un féretro –ahora pasan buses y carros raudos y veloces acompañando al muerto- . Ya nadie se conoce, y desde ya hace más de dos décadas, es bien difícil morirse de muerte natural. 

Dicen que el dueño del Bar La Ultima Lágrima - que también desapareció - desde hace ya largo tiempo se encuentra en el Cementerio Central, habitando sus espacios fantasmales. Y dicen los que evocan el recuerdo, que cuando el dueño del Bar murió... nadie pudo tomarse un trago, ni recordar con Julio Jaramillo, las anécdotas del muerto: El Bar ya no estaba y por él, nadie caminó lentamente detrás de un viejo carro, ni derramo La Ultima Lagrima: La modernidad había llegado a mi ciudad…