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domingo, 15 de julio de 2007

"CAMINANTE DEL CAMINO"

Por: HECTOR RINCON
TOMADO DE LA REVISTA "Cambio"
Edicion del 15 de Julio de 2007.

Un homenaje a las ideas y los sueños por un país mas humanizado. Un caminante que reclama el ACUERDO HUMANITARIO.

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Ha crecido mucho la audiencia –y diría que la esperanza y agregaría que el hecho político en el recorrido del profesor Gustavo Moncayo que ya llevaba como 600 kilómetros desde cuando partió de su remota Sandoná, en Nariño, hasta esta mañana desde la cual escribo.

Y crecerá más. Crecerá como la indignación que ha ido envolviendo al país todo por la barbaridad y por el sinsentido que no ha cesado desde la masacre de los diputados del Valle del Cauca porque no tiene fondo la sed de poder y de sangre de la guerrilla como volvió a ratificare con el asesinato de concejales del Doncello la semana pasada.

Tanta vileza ayuda a la marcha del profesor Moncayo que va recogiendo por curvas y por rectas de los caminos todo el hastío que ya se había manifestado colectiva y nacionalmente con aquellas marchas de la primera semana de julio. Esas, las que fueron una expresión de solidaridad general así la maldita costumbre del partidismo las haya desvirtuado al sentenciar una división entre quienes están por el Acuerdo Humanitario y quienes propugnan por una mano más fuerte que la de los últimos cinco años.

En lo que acabo de decir creo que está muy buena parte de la compañía que el profesor Moncayo ha ido recogiendo en su vuelta a Colombia. Estoy diciendo de su neutralidad. En un país que tiene la manía de ignorar la existencia de los matices; en donde los reducidores de cabeza no ven sino blanco o negro; en donde si hablás bien de Uribe sos paramilitar y si se te ocurre una crítica, cualquier crítica a Uribe, te señalan de guerrillero; en un país maniqueo desde siempre porque quien estaba con Bolívar estaba contra Santander y etcétera y etcétera, Moncayo representa una neutralidad bondadosa, una subjetividad honesta que no se da silvestre en el país bobazo que ya dije.

La motivación de Gustavo Moncayo no deja dudas y eso contribuye a la percepción que la gente tiene de quien es un profesor cercano a los 60 años, caminante alegre y rapidísimo; cantor de tonadas, intérprete de charango y de flauta que va por esas carreteras respirando nada más que optimismo y esperanza en que le devuelvan a su hijo que ya va a cumplir 10 años de estar secuestrado por la guerrilla que hasta ahora es autista ante el clamor individual de Moncayo y sorda y muda también ante el estupor e incomprensión que levantan sus crímenes, a los que se oponen los colombianos que le han gritado a los delincuentes que no tienen su respaldo.

Moncayo nada más quiere eso. A su hijo libre y a través de su gesto y de hacer camino en la caminada, Moncayo recoge las angustias verdales y urbanas que genera el terror de la metralla y recoge también –y sobre todo– los deseos desesperados de una tranquilidad que hace rato se merece este país.

Moncayo no busca un voto ni una donación ni una condecoración. Ni un beso de las reinas de belleza de los pueblos que le salen al paso y ni siquiera que lo reciban, como lo reciben, con músicas de las infinitas bandas que hay en este país, incluida la papayera de la Policía de Pereira porque esta marcha ha servido también para saber que la Policía de Pereira tiene una banda papayera (¿?), y también ha servido para confirmar que el periodista Álvaro Miguel Mina, de Caracol Radio, es un cronista silvestre, sin más aliños que los latidos de su propio corazón y con ellos se ha encargado de contar cómo es el corazón de Moncayo y cómo vibra este país al paso de un ser anónimo, enjuto si quieres, esmirriado si te parece, pero con un aire de prócer que parece estar haciendo una nueva campaña libertadora.

Un prócer de esta época quizá, cuya única y mejor arma es la neutralidad que representa. Moncayo no pronuncia un madrazo, no se le ha oído un carajo, no escupe improperios no reparte elogios. Ni levanta la voz. Canta, toca flauta, camina, levita casi. No lleva túnica, lo he visto. Ni el pelo rapado, también lo he visto. Pero es que no todos los pacifistas son Gandhi.